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Hasta el siglo IX de nuestra
era, en América se habían consolidado tres
centros civilizados muy importantes: En la región del
Beni actual, la cultura del
Gran Mojo (o Gran
Paitití) en Los Andes la del
Tiwanaku y en
Centro América los Mayas.
La etnia arawak ocupaba un área que
comprendía la cuenca amazónica, el noroeste de la cuenca platense y las
serranías del Sub Andino, y llegaron hasta
las Antillas y el sur de
Norte América, conformando el pueblo más
extendido en todo el continente.
A causa de una sequía, de aproximadamente 280 años de duración, y ante la
falta de excedentes, hubo un cambio social y económico revolucionario en
sus pueblos. Los estados con sus ejércitos y clases colapsaron. La
población abandonó los centros civilizados para buscar el sustento
escarbando la tierra y desandando los campos.
Los guaraníes solucionaron las exigencias de
la sequía desarrollando la antropofagia, por lo que consideraron su tierra
con mal, razón por la que migraban.
Encontraron en el área inicialmente poblada por los
arawaks a pueblos amistosos y trabajadores, con los que se
integraron y dieron lugar a distintos mestizajes como el de los
guarayos, chiriguanos, yuquis, sirionós, chiquitos,
mojeños, lecos, panos y los chanes.
A causa de la sequía, los pueblos cuya economía estaba asentada en
la agricultura, se vieron obligados a desarrollar recursos espirituales
como mecanismo de supervivencia lo que generó toda una cultura humanista,
que se denomina "cultura chané" en
memoria al pueblo que, bajo la jefatura del Grigotá,
la defendió del avasallamiento incaico y guaraní, transformándose así, el
Grigotá, en su verdadero libertador y sobre
la que se construyó Santa Cruz.
La comunidad étnica arawak básica y la
cultural chané, generada por la sequía del
siglo IX, hizo que los guaraníes identificaran esos territorios con el
nombre de Kandire (tierra sin mal). La
caracterizaron como la tierra de la abundancia, de la miel y la felicidad,
tierra de gente buena.
Kandire estaba poblado por miles de comunidades libres unas
respecto a las otras, que mantenían relaciones de intercambio, amistad y
que se organizaban bajo el poder soberano que emanaba de las asambleas
comunitarias. Estas asambleas eran abiertas a la participación de todos
los miembros de la comunidad, sus resoluciones se adoptaban cuando todos
los participantes manifestaban su aprobación, no había mayorías ni
minorías y se asentaban en la fuerza de los argumentos.
El estado, como cuerpo político de la nación, no existía en
Kandire ya que se trataba de una organización
social sin clases, por lo que las resoluciones comunitarias se le
encargaban a un coordinador, cuyas funciones se limitaban al área de la
resolución únicamente. Éste degeneró posteriormente en jefe o capitán.
Ante problemas comunes a varias comunidades se establecían en una red
federativa, lo que sucedía frecuentemente. Por ejemplo, ante el atropello
de los invasores españoles se organizaban defensivamente, situación que se
disolvía luego de expulsados los invasores. Así defendió su libertad la
Chiriguanía durante cerca de cuatro siglos. A
sus valores, imposibles de entender por los invasores españoles éstos le
dieron un carácter mágico, y a la agresión colonial denominaron con la
expresión de "desencantar la tierra".
En este marco se puede ver que las comunidades, como núcleos de redes
podían y pueden ofrecer la flexibilidad requerida para organizar
federaciones con múltiples propósitos: económicos, sociales, ambientales,
defensivos y otros, dentro de una unidad territorial, llamada
Kandire. Esto es posible bajo una garantía
internacional como la que resguarda la Confederación
Helvética.
Esta generación del poder desde las bases es el cambio de fondo que están
reclamando actualmente las mayorías empobrecidas. La experiencia de
Kandire es un modelo valiosísimo para
enfrentar la tarea de transformar el nivel de satisfacción de cada
ciudadano que sólo podrá encararse con una amplia democracia participativa
ejercida por las bases poblacionales, con carácter incluyente y de
profundo respeto a la diversidad. |