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1232 • KANDIRE

 

Lunes, 5 de diciembre de 2005

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Hasta el siglo IX de nuestra era, en América se habían consolidado tres centros civilizados muy importantes: En la región del Beni actual, la cultura del Gran Mojo (o Gran Paitití) en Los Andes la del Tiwanaku y en Centro América los Mayas.

La etnia arawak ocupaba un área que comprendía la cuenca amazónica, el noroeste de la cuenca platense y las serranías del Sub Andino, y llegaron hasta las Antillas y el sur de Norte América, conformando el pueblo más extendido en todo el continente.

A causa de una sequía, de aproximadamente 280 años de duración, y ante la falta de excedentes, hubo un cambio social y económico revolucionario en sus pueblos. Los estados con sus ejércitos y clases colapsaron. La población abandonó los centros civilizados para buscar el sustento escarbando la tierra y desandando los campos.

Los guaraníes solucionaron las exigencias de la sequía desarrollando la antropofagia, por lo que consideraron su tierra con mal, razón por la que migraban. Encontraron en el área inicialmente poblada por los arawaks a pueblos amistosos y trabajadores, con los que se integraron y dieron lugar a distintos mestizajes como el de los guarayos, chiriguanos, yuquis, sirionós, chiquitos, mojeños, lecos, panos y los chanes.

A causa de la sequía, los pueblos cuya economía estaba asentada en la agricultura, se vieron obligados a desarrollar recursos espirituales como mecanismo de supervivencia lo que generó toda una cultura humanista, que se denomina "cultura chané" en memoria al pueblo que, bajo la jefatura del Grigotá, la defendió del avasallamiento incaico y guaraní, transformándose así, el Grigotá, en su verdadero libertador y sobre la que se construyó Santa Cruz.

La comunidad étnica arawak básica y la cultural chané, generada por la sequía del siglo IX, hizo que los guaraníes identificaran esos territorios con el nombre de Kandire (tierra sin mal). La caracterizaron como la tierra de la abundancia, de la miel y la felicidad, tierra de gente buena.

Kandire
estaba poblado por miles de comunidades libres unas respecto a las otras, que mantenían relaciones de intercambio, amistad y que se organizaban bajo el poder soberano que emanaba de las asambleas comunitarias. Estas asambleas eran abiertas a la participación de todos los miembros de la comunidad, sus resoluciones se adoptaban cuando todos los participantes manifestaban su aprobación, no había mayorías ni minorías y se asentaban en la fuerza de los argumentos. El estado, como cuerpo político de la nación, no existía en Kandire ya que se trataba de una organización social sin clases, por lo que las resoluciones comunitarias se le encargaban a un coordinador, cuyas funciones se limitaban al área de la resolución únicamente. Éste degeneró posteriormente en jefe o capitán.

Ante problemas comunes a varias comunidades se establecían en una red federativa, lo que sucedía frecuentemente. Por ejemplo, ante el atropello de los invasores españoles se organizaban defensivamente, situación que se disolvía luego de expulsados los invasores. Así defendió su libertad la Chiriguanía durante cerca de cuatro siglos. A sus valores, imposibles de entender por los invasores españoles éstos le dieron un carácter mágico, y a la agresión colonial denominaron con la expresión de "desencantar la tierra".

En este marco se puede ver que las comunidades, como núcleos de redes podían y pueden ofrecer la flexibilidad requerida para organizar federaciones con múltiples propósitos: económicos, sociales, ambientales, defensivos y otros, dentro de una unidad territorial, llamada Kandire. Esto es posible bajo una garantía internacional como la que resguarda la Confederación Helvética.

Esta generación del poder desde las bases es el cambio de fondo que están reclamando actualmente las mayorías empobrecidas. La experiencia de Kandire es un modelo valiosísimo para enfrentar la tarea de transformar el nivel de satisfacción de cada ciudadano que sólo podrá encararse con una amplia democracia participativa ejercida por las bases poblacionales, con carácter incluyente y de profundo respeto a la diversidad.

ÁLVARO JORDÁN
De "Kandire, origen y evolución del llano boliviano"