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Viernes, 1 de julio de 2005 |
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POLEMISTAS
Varios gauchos en la pulpería conversan sobre
temas de escritura y de fonética. El santiagueño
Albarracín no sabe leer ni escribir, pero supone que
Cabrera ignora su analfabetismo; afirma que la
palabra trara (trípode hierro) no puede escribirse.
Crisanto Cabrera, también analfabeto, sostiene que todo lo que se
habla puede ser escrito. Saca el cuchillo y con la punta traza unos
garabatos en el piso de tierra. De atrás se asoma el viejo
Álvarez, mira el suelo y sentencia: LAS GAFAS Sólo una vez... Mi mujer dormía a mi lado. Puestas las gafas, la miré. La calavera del esqueleto que yacía debajo de las sabanas roncaba a mi lado, junto a mí. El hueso redondo sobre la almohada tenía los cabellos de mi mujer, con los rulos de mi mujer. Los dientes descarnados que mordían el aire a cada ronquido, tenían la prótesis de platino de mi mujer. Acaricié los cabellos y palpé el hueso procurando no entrar en las cuencas de los ojos: no cabía duda, aquello era mi mujer. Dejé las gafas, me levanté, y estuve paseando hasta que el sueño me rindió y me volvió a la cama. Desde entonces, pienso mucho en las cosas de la vida y de la muerte. Amo a mi mujer, pero si fuera más joven me metería a monje. HISTORIA DEL JOVEN CELOSO Había una vez un joven que estaba muy celoso de
una muchacha bastante voluble. Un día le dijo: Entonces, le arrancó los ojos. Después le dijo: Y le cortó las manos. Luego, para impedirle sonreír a los eventuales
admiradores, le arrancó todos los dientes. Por último, le cortó las piernas. Solamente entonces pudo dejar sin vigilancia a
la joven muchacha que amaba. Un día volvió a la casa y no encontró a la muchacha: había desaparecido, raptada por un exhibidor de fenómenos | |
Polemistas - LUIS ANTUÑANO |