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1116 • TEORÍA DE LA COINCIDENCIA

 

Viernes, 24 de junio de 2005

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No es sorprendente que la Teoría de la Coincidencia haya entusiasmado a científicos, filósofos y matemáticos durante más de 2.000 años. Hay un tema que aparece en todas sus teorías y especulaciones: ¿qué son las coincidencias? ¿Contiene un mensaje escondido dirigido a nosotros? ¿Qué fuerza desconocida representan? Sólo en nuestro siglo se han sugerido algunas respuestas verosímiles, pero son respuestas que chocan con las propias raíces de la ciencia. Ello hace que nos preguntemos: ¿existen poderes de los que no tenemos un conocimiento preciso?

Los primeros cosmólogos creían que el mundo se mantenía unido por una especie de principio de totalidad. Hipócrates, conocido como el padre de la medicina, que vivió aproximadamente entre 460 y 375 a.C., creía que el Universo estaba unido por unas afinidades ocultas, y escribió:
- Hay un movimiento común, una respiración común, todas las cosas están en solidaridad las unas con las otras.

Según esta teoría, la coincidencia se daría cuando dos elementos solidarios o afines se buscan el uno al otro. El filósofo renacentista Pico della Mirandola escribió en 1557:
- En primer lugar, hay una unidad en las cosas por la cual cada cosa forma un conjunto consigo misma. En segundo lugar, existe la unidad por la cual una criatura está unida a las otras y todas las partes del Universo constituyen un mundo.

Esta creencia ha perdurado, de una forma apenas alterada, en tiempos mucho más modernos. El filósofo Arthur Schopenhauer (1788-1860) definió la coincidencia como la aparición simultánea de acontecimientos causalmente desconectados. Sugirió que los acontecimientos simultáneos iban en líneas paralelas, y que el mismo acontecimiento, aunque representa un eslabón de cadenas totalmente diferentes, se da sin embargo en ambas, de forma que el destino de un individuo se ajusta invariablemente al destino de otro, y cada uno es el protagonista de su propio drama mientras que simultáneamente está figurando en un drama ajeno a él. Esto es algo que sobrepasa nuestros poderes de comprensión y sólo puede concebirse como posible en virtud de la maravillosa armonía preestablecida. Todos debemos participar en ella. Por tanto, todo está interrelacionado y mutuamente armonizado.

La idea de un inconsciente colectivo (almacén secreto de recuerdos a través de los cuales las mentes puedan comunicarse) ha sido debatida por varios pensadores. Una de las teorías más extremistas para explicar la coincidencia fue presentada por el matemático británico Adrian Dobbs en los años sesenta. Inventó la palabra psitrón para describir una fuerza desconocida que registraba, como el radar, una segunda dimensión temporal que era más bien probabilística que determinista. El psitrón absorbía probabilidades futuras y las transmitía al presente desviándose de los sentidos humanos corrientes y transmitiendo de alguna forma la información directamente al cerebro.

La primera persona que estudió las leyes de la coincidencia científicamente fue el doctor Paul Kammerer, director del Instituto de Biología Experimental de Viena. Desde que tenía veinte años, empezó a escribir un diario de coincidencias. Muchas eran triviales: nombres de personas que surgían inesperadamente en conversaciones separadas, tickets para el concierto y el guardarropía con el mismo número, una frase de un libro que se repetía en la vida real. Durante horas, Kammerer permanecía sentado en los bancos de los parques tomando nota de la gente que pasaba, anotando su sexo, edad, vestido, y si llevaban bastones o paraguas. Después de haber considerado detalles tales como la hora punta, el tiempo y la época del año, descubrió que los resultados se clasificaban en grupos de números muy similares a los que usan los estadísticos, los jugadores, las compañías de seguros y los organizadores de encuestas. Kammerer llamó a este fenómeno serialidad, y en 1919 publicó sus conclusiones en un libro titulado Das Gesetz der Serie (La ley de la serialidad). Afirmaba que las coincidencias iban en serie, es decir: se producía una repetición o agrupación en el tiempo o en el espacio por la cual los números individuales en la secuencia no estaban conectados por la misma causa activa.

Kammerer sugirió que la coincidencia era meramente la punta de un iceberg dentro de un principio cósmico más grande, que la humanidad todavía apenas reconoce. Al igual que la gravedad, es un misterio; pero a diferencia de ella, actúa selectivamente para hacer coincidir en el espacio y en el tiempo cosas que poseen alguna afinidad:
- Así pues -concluyó - al final tenemos la imagen de un mundo-mosaico o de un caleidoscopio cósmico que, a pesar de los constantes movimientos y nuevas disposiciones, también se preocupa por hacer coincidir cosas iguales.

El gran salto hacia adelante tuvo lugar 50 años más tarde, cuando dos de las mentes más brillantes de Europa colaboraron para producir el libro más completo acerca de los poderes de la coincidencia, un libro que iba a dar lugar a controversia y a ataques por parte de teóricos rivales.

Los dos hombres eran Wolfgang Pauli (cuyo principio de exclusión, ideado de una forma muy atrevida, le mereció el Premio Nobel de Física) y el psicólogo-filósofo suizo profesor Carl Gustav Jung. Su tratado llevaba el poco original título de Sincronicidad, un principio de conexión no causal. Descrito por un crítico americano como: el equivalente paranormal de una explosión nuclear, utilizaba el término sincronicidad para ampliar la teoría de la serie de Kammerer. Según Pauli, las coincidencias eran: las huellas visibles de principios desconocidos. Las coincidencias, explicó Jung, tanto si se dan aisladas como si aparecen en serie, son manifestaciones de un principio universal apenas conocido que opera con bastante independencia respecto de las leyes físicas. Los que han interpretado la teoría de Pauli y Jung han concluido que las coincidencias son manifestaciones de una única fuerza misteriosa que opera en el Universo y que está tratando de imponer su propia disciplina sobre la total confusión que rige la vida humana.

De todos los pensadores contemporáneos, nadie ha tratado más extensamente la teoría de la coincidencia que Arthur Koestler, quien resume este fenómeno con la expresiva frase chistes del destino. Tales incidentes, extraños y aparentemente significativos, abundan. ¿Qué explicación puede haber para ellos, a no ser la mera coincidencia?

En el punto de vista opuesto se sitúan quienes creen en las teorías de la serialidad o sincronicidad del doctor Paul Kammerer, Wolfgang Pauli y Carl Gustav Jung.

Aunque los tres se acercaron a la teoría de las coincidencias desde perspectivas diferentes, sus conclusiones sugerían la existencia de una fuerza misteriosa y apenas comprensible en el Universo, una fuerza que intenta imponer su propio orden en el caos de nuestro mundo. La moderna investigación científica, sobre todo en los campos de la biología y la física, también parece acusar una tendencia de la naturaleza a ordenar el caos. Pero los escépticos no se dejan convencer. Cuando las cosas suceden al azar, argumentan, tienen que producirse las agrupaciones que llamamos coincidencias. Hasta es posible predecir esas agrupaciones o apiñamientos o, por lo menos, predecir la frecuencia con que sucederán (ver Cuentómetro 1021).

Los teóricos de la serialidad y la sincronicidad, y quienes han continuado los trabajos de Kammerer, Pauli y Jung, aceptan la idea de que hay «racimos» de números, pero consideran que la suerte y la coincidencia son dos caras de la misma moneda. Los conceptos clásicos paranormales de PES, telepatía y precognición (elementos recurrentes en las coincidencias) podrían ofrecer una explicación alternativa de las razones por las que unas personas tienen más suerte que otras.

La investigación moderna separa las coincidencias en dos grupos diferentes: triviales (como echar a cara o cruz, series de números y manos sorprendentes de naipes) y significativas. Estas últimas son las que mezclan personas, acontecimientos, espacio y tiempo (pasado, presente y futuro) de una manera que parece cruzar la delicada frontera que separa lo normal de lo paranormal (ver Cuentómetro 1027). Y a veces ocurren coincidencias que parecen vincular, casi caprichosamente, las teorías rivales.

Los investigadores modernos dividen las coincidencias significativas en varias categorías. Una es la coincidencia de advertencia, que implica un presentimiento de peligro o desastre (ver Cuentómetro 1018). Tales coincidencias suelen tener largo alcance; por eso a menudo son ignoradas o pasan inadvertidas.

Otra categoría la constituyen las coincidencias que sugieren el comentario el mundo es un pañuelo, y que reúnen a personas y lugares de forma inesperada (ver Cuentómetro 1024) . Todos hemos sido testigos, o incluso protagonistas, de alguno de estos hechos increíbles.

Colaboración G. Sánchez