En los días en que el hambre reinaba en
Shravasti, nuestro señor
Buda preguntó a los que le seguían:
- ¿Quién de vosotros daría de comer a los hambrientos?
Ratnakar, el
banquero, bajó la frente y dijo:
- ¿Qué son mis riquezas para dar de comer a tanta
gente?
Jaysen, el jefe
del ejército del rey dijo:
- Les daría con gusto la sangre de mis venas porque lo
que es comida no hay en mi casa.
Dharmapal, dueño
de grandes tierras, suspiró y dijo:
- Este demonio de la sequía ha chupado mis campos hasta
arrugarlos ¡No sé cómo me las voy a arreglar para pagar al Rey el tributo...!
Entonces se levantó
Supriya, la hija del mendigo, saludó a todos y dijo humildemente:
- Yo daré de comer a los hambrientos.
- Estás loca - exclamaron todos admirados - ¿Tú
crees que podrás cumplir tu promesa?
- Como soy más pobre que nadie - contestó Supriya -
soy poderosa, porque mi arca y mis manjares están en
vuestras casas.
No pida yo nunca estar libre
de peligros, sino denuedo para afrontarlos.
No quiero yo que se apaguen mis dolores. Sino que sepa dominarlos mi
corazón.
No busque yo amigos por el campo de batalla de la vida sino más fuerza en
mí.
No anhele yo, con afán temeroso ser salvado sino esperanza de conquistar,
paciente, mi libertad.
¡No sea yo tan cobarde Señor que quiera tu misericordia en mi triunfo sino
tu mano apretada en mi fracaso!
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