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1049 • BILDERBERG |
Miércoles, 23 de marzo de 2005 |
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Situado en un alto de una campiña de
Oosterbeck, al noreste de
Holanda, se erige el Hotel de Bilderberg.
Un edificio moderno de tres plantas con tejados a dos aguas. Entre sus
servicios destaca una fina cocina, la tranquilidad del complejo y una veintena
de salas equipadas para acoger reuniones de negocios. Prestaciones que le han
proporcionado un renombre internacional, como cita su publicidad en la red.
Pero la promoción se olvida de algo más simbólico que ocurrió bajo sus
cimientos en 1954. El Príncipe Bernhard de Holanda
reunió a puerta cerrada a la flor y nata de la política, la empresa y las
finanzas mundiales a fin de que éstos armonizaran la política internacional de
los aliados en plena Guerra Fría. Este grupo supranacional pretendía dinamizar las relaciones transatlánticas a través del fortalecimiento de Naciones Unidas. La intención: convertirla en un gobierno mundial de hecho, que a su vez garantizase la voz cantante tanto de América del Norte como de Europa en la escena internacional. Para ello creían necesario que ambos actores fueran pragmáticos y vigilasen las consideraciones geopolíticas y geoestratégicas. La ecuación era sencilla. Si algún régimen quiere cambiar el mundo, éste sólo podrá conseguirlo con la búsqueda de consensos en los grandes temas que dominan la agenda internacional y que respaldan los poderes. Y como los gobiernos son incapaces de llegar a acuerdos en los grandes asuntos supusieron que nadie mejor que la iniciativa particular para lograr este fin. Que a nadie le sorprenda que los grandes cardenales de este cónclave planetario con medio siglo de vida son dueños de bancos, administradores de grupos industriales, comisarios europeos, millonarios como la familia Rockefeller o George Soros, responsables de 'think tanks' ('grupos de pensamiento'), secretarios generales de la OTAN, FMI y Banco Mundial, ex presidentes como George Bush padre o Bill Clinton y personajes tan influyentes como Henry Kissinger. Un periodista del diario sueco Dala Demokraten, Goran Greider, establece un lazo entre el orden actual del mundo y las influencias ejercidas en el seno de los Bilderberg desde su creación. Según Greider, contribuyeron "a instaurar el tipo de capitalismo que conocemos hoy y a solidarizar entre sí las principales elites mundiales del ámbito de los negocios". La adhesión al Club se hace por contactos confidenciales a personas cuya influencia en círculos nacionales e internacionales pueden ampliar el objetivo que preconizan: imponer un único mercado globalizado poblado por una comunidad controlada y manipulada, según escribe el periodista Daniel Estulin en un reportaje publicado en la revista española Época, en septiembre de 2004. Los miembros tienen estrictamente prohibido hablar abiertamente del contenido de los debates (para ello ya tienen hoy el Foro de Davos) y de las decisiones que se toman. Aunque su organización interna sigue bajo secreto, se sabe que existe un 'comité conductor' compuesto por miembros permanentes que deciden a quién se invita. La secretaria general la ocupa desde 2000 el belga Etienne Davignon, presidente de la empresa aérea belga SN Airholding. Davignon afirma
que "la franqueza es la regla del juego" y
considera además que "si el Club es un éxito se debe a
que nadie molesta a nadie, a que cada participante juzga útil escuchar una
cosa distinta de la que está acostumbrado a oír". En las secretas reuniones que se celebran un fin de semana cada año en un lugar diferente del mundo se tratan temas importantes para el mundo. Desde la guerra de Irak, la lucha contra el terrorismo o la caída del dólar, hasta de genéricos o el sida, como ocurrió en la reunión de 2003 en Versalles (Francia), que contó con invitados de excepción como primeros ministros, miembros de la realeza europea o jueces. Otro de los temas que tratarán en la reunión de este año será el desempleo. En ella, escribe Estulin en Época, el primer ministro holandés, Jan Meter Balkenende, propondrá borrar de la "memoria colectiva" la palabra 'jobless' (sin trabajo en inglés) y sustituirla con la expresión "entre dos empleos". Además tiene previsto promover la iniciativa del "Nuevo Orden Mundial hecho a medida Americana", según sus propias palabras. Una postura del primer ministro holandés perfectamente entendible si tenemos en cuenta que apoya la guerra contra el terrorismo de la Administración Bush. Pero la agenda de los Bilderberg es mucho más amplia. Pretenden promocionar acuerdos económicos como hicieron con el Tratado de Libre Comercio (TLC) de América del Norte o el Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio (precursor de la Organización Mundial del Comercio). Apuestan por tres monedas universales como consecuencia del proceso natural de integración planificado hace años por la elite globalista: el euro para Europa, el dólar para el futuro mercado de las Américas (a través de extender el TLC por todo el continente) y otra para la unión Asia-Pacífico. Quieren amortizar la fiscalidad para que los países con mayores impuestos puedan competir con aquellos en los que la tributación es menor. Forzando que la presión fiscal de países como Estados Unidos aumenten con el objetivo de permitir que el impuesto del 58% en Suecia sea competitivo. Además, defienden la transparencia de las
cuentas bancarias y las tarjetas de crédito, y la creación de un Ejército
mundial vigilante. Hasta entonces ya elucubran una base global de datos que
identifique a cada individuo; dentro de una iniciativa mayor, una
Ley de Seguridad Universal. Con respecto a la OTAN, los Bilderberg han extendido sus intereses al Golfo, Serbia, Bosnia, Kosovo, Siria, Corea del Norte, Afganistán... Dentro de una estrategia que consiste en crear tensiones en naciones cerradas cultural y religiosamente, que conducen a estados de guerra y hostilidades perpetuas que utilizan para justificar medidas de emergencia nacional en los tiempos de paz. "El objetivo es maximizar el beneficio industrial de miembros del Club vendiendo al mismo tiempo las armas y la mantequilla", escribe Daniel Estulin. En fin, estamos ante una visión de la democracia teledirigida. Y no sólo puesta en práctica por los Bilderbergs. El Bohemia Club, la Comisión Trilateral o el Club de Roma aparecen como ramificaciones donde el gran poder negocia las políticas globales a la sombra de los debates públicos. | |
MATEO BALIN |