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34 • ¿SE CAE EL CAPITALISMO POPULAR?

 

Lunes, 1 de octubre de 2001

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La oleada privatizadora de la década de los 90 convirtió a decenas de millones de europeos en accionistas de grandes compañías estatales que dejaron de serlo. Hoy, esos ciudadanos pueden estar arrepintiéndose de haberse dejado llevar por un capitalismo popular de cuyos riesgos nadie les avisó.

Las Bolsas europeas registraron ayer nuevas caídas generalizadas, que se suman a las considerables pérdidas registradas en lo que va de año. El índice general de la Bolsa de Madrid cerró a 794 puntos, marcando el nivel más bajo desde octubre de 1998. Los inversores han perdido un 37% desde marzo del año pasado, fecha en la que la Bolsa alcanzó su máximo histórico.

Ocho millones de españoles han destinado parte de sus ahorros o se han endeudado para comprar valores de renta variable, como consecuencia en buena medida del notable descenso de los tipos de interés iniciado en 1995. No hace falta ser un gran analista de la economía para apreciar que la fuerte caída de las Bolsas va a tener un impacto negativo sobre el consumo en los próximos meses.

El principal motivo del crash bursátil al que estamos asistiendo no es otro que el ascendiente pesimismo sobre la evolución de la economía mundial, que ha llevado a los Gobiernos, al FMI y a las instituciones financieras a revisar a la baja todas sus previsiones de crecimiento. La economía estadounidense va a crecer este año un 2%, tres puntos menos que el año anterior, a pesar de que la Reserva Federal ha bajado el precio del dinero en siete ocasiones desde enero y a pesar de la notable reducción de impuestos directos, impulsada por el presidente Bush.

Pero hay otro importante factor que también ha ejercido una gran influencia en el declive de los mercados: la crisis del sector de alta tecnología y, más concretamente, de las compañías telefónicas europeas. Muchas de ellas -Deutsche Telekom y France Telecom, por ejemplo- salieron a Bolsa a finales de los años 90 con enormes expectativas. Los millones de ciudadanos que invirtieron sus ahorros en las acciones de estas empresas han sufrido pérdidas que superan el 50% en menos de un año. También los accionistas de Telefónica están experimentando una fuerte caída de los títulos, a pesar de que los resultados de la compañía son mejores incluso que los del ejercicio pasado.

Poco consuelo pueden encontrar estas personas en las rituales apelaciones a la confianza en tiempos mejores. Bastantes invirtieron con la frívola promesa de los poderes públicos de una rápida revalorización de sus acciones. Resultan lógicos, por tanto, su inquietud y su enfado. La crisis de los mercados no sólo evidencia incertidumbre sobre la coyuntura sino también la quiebra de un modelo que podría derrumbarse como un gigante con pies de barro.


Editorial EL MUNDO, Madrid, 4 SET 2001
Colaboración de E.Demitrio