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858 • ISLA DE PASCUA

 

Miércoles, 30 de junio de 2004

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La isla de Pascua se encuentra situada en el océano Pacífico, pertenece a Chile. En esta isla se puede ver una de las más notables obras escultóricas de los tiempos antiguos: gigantescas figuras de piedra de apariencia humana, muy altas y muy pesadas.

Por toda la isla se esparcen volcanes apagados. En el flanco de uno de ellos, el Rano Raraku, existía un gigantesco taller donde los indígenas esculpían los colosos de piedra directamente sobre la montaña. Una vez terminados, los transportaban hasta cualquier lugar de la isla. Hay más de ciento cincuenta estatuas en todas sus fases de construcción: las que apenas se han empezado; las que acababan de recibir el último toque; las que, completamente terminadas, forman hilera al pie del volcán.

A la vista estaban la cabeza y una parte del tronco de los gigantes. Cuando los primeros arqueólogos comenzaron a excavar, descubrieron que el resto del cuerpo estaba bajo tierra. Las estatuas miden de 13 a 15 metros; la más alta alcanza los 21 metros (un edificio de siete pisos). Están esculpidas en piedra gris amarillenta que procede del Rano Raraku. Todos los rostros se parecen: tienen la misma expresión de fuerza y las orejas largas. Sus cuerpos son alargados y no tienen piernas, sino una base plana bajo el abdomen. En las caderas, unos dedos largos y delgados con uñas curvas, se apoyan en una panza saliente. En la cintura llevan un cinturón adornado de anillos y símbolos. Sobre sus cabezas ponían un pukao (moño, sombrero o tocado) hecho de piedra roja, que representaba el cabello del gigante.

Se colocaban las estatuas sobre una ahu (plataforma templo), donde permanecían de pie. Todas las estatuas, con excepción de una, son masculinas. Los escultores encargados de esculpir los gigantes se llaman maoí. A los pies de los colosos los indígenas enterraban a sus muertos. Excavando, se encontraron huesos humanos y restos de hogueras. Actualmente, las únicas estatuas de pie son las que se encuentran bordeando el volcán Ranu Raraku. Están hundidas tan profundamente en la tierra que ningún indígena enemigo de los maoí pudo derribarlas.

Los maoí se fueron de pronto un día, quizás perseguidos por otros pueblos. Cuando alrededor de 1955 llegaron a la isla unos expedicionarios noruegos, encontraron herramientas y picos de piedra esparcidas por todo el suelo. Los misteriosos escultores se esfumaron entre las oscuras nieblas de la antigüedad.

THOR HEYERDAHL
Del libro Aku-Aku (1959)
Colaboración G. Menida