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728 • CELEBRACIÓN A LA FANTASÍA

   

Jueves, 29 de enero de 2004

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  Fue a la entrada del pueblo de Ollantaytambo, cerca del Cuzco. Yo me había desprendido de un grupo de turistas y estaba solo, mirando de lejos las ruinas de piedra, cuando un niño del lugar, enclenque, haraposo, se acercó a pedirme que le regalara la lapicera. No podía darle la lapicera que tenía, porque la estaba usando en no se que aburridas anotaciones, pero le ofrecí dibujarle un cerdito en la mano.

Súbitamente, se corrió la voz. De buenas a primeras me encontré rodeado de un enjambre de niños que exigían, a grito pelado, que yo les dibujara bichos en sus manitos cuarteadas de mugre y frío, pieles de cuero quemado: había quién quería un cóndor y quién una serpiente, otros preferían loritos o lechuzas, y no faltaba los que pedían un fantasma o un dragón.

Y entonces, en medio de aquel alboroto, un desamparadito que no alzaba más de un metro del suelo, me mostró un reloj dibujado con tinta negra en su muñeca:
- Me lo mandó un tío mío, que vive en Lima - dijo.
-
¿Y anda bien?- le pregunte.
- Atrasa un poco - reconoció.

EDUARDO GALEANO
de El Libro de los Abrazos - Ed. Catálogos
Colaboración Cayo Mecenas