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EL CUENTOMETRO DE MORT CINDER

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227 • CHARLA SOBRE LETRAS 3

 

Miércoles, 29 de mayo de 2002

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-Pasemos a Celedonio Flores y “Margot”. “...no fue un guapo haragán y prepotente/ ni un cafisho veterano el que al vicio te largó/ vos rodaste por tu culpa/ y no fue inocentemente”.
-Es gracioso esto de Celedonio, de negar esa superstición popular, conforme a la cual detrás de cada prostituta, de cada linyera, hay una fuerza externa que los precipitó en el vicio. No, no fue nada que viniera de afuera, le gustaba. Hay una película de Nicolás Cage, no muy buena, en que al final el tipo se pelea con un asesino serial, el cual le dice: “Mire yo no tuve una madre que me castigaba, no fui violado. Fui bien criado, bien educado, me mandaron a un buen colegio. Hago esto porque me gusta a mí. No fui empujado. Yo soy así, soy asesino porque me gusta”. Cuando vi esa película me acordé del tango “Margot”.
-Y ahora “Malena”. Malena de Homero Manzi no podía faltar, Malena, que “tiene pena de bandoneón”.
-Mire qué curioso. A mí me contó Héctor Stamponi que Lucio Demare, el autor de la música, no creía mucho en ese tango. Y que se lo mostró una vez y le dijo “¿le gusta?”. “Sí, me gusta mucho”, dijo Stamponi. “A mí me parece medio pavo”, dijo Demare. Y bueno, ya ve, es un lindísimo tango.
-Y ahora un tango que habla de la “modestia” del hombre argentino. Madame Ivonne, de Enrique Cadícamo. “...un día llegó un argentino/ y a la francesita la hizo suspirar”.
-Trata no sólo de la “modestia”, sino también del sueño de todo argentino.
-Traerse una francesita que lo mantuviera.
-Por supuesto. Malos sueños argentinos. Un cafiolo es siempre un tipo execrable, así sea todo un personaje en la mitología tanguera.
-Hay un verso de “La casita de mis viejos”, de Enrique Cadícamo, que siempre me causó mucha gracia. “Las mujeres siempre son las que matan la ilusión.” ¿Somos?
-No, no. No es así. Las mujeres siempre son quienes las despiertan.
-No sea salamero con las argentinas.
-No, no es eso. No estuvo inspirado Enrique Cadícamo en este verso. La ilusión muere de muchas maneras. La vida es más compleja que eso.
-¿En qué estaría pensando Cadícamo cuando dijo esto?
-Imposible imaginarlo. Es una frase de peluquería, indigna de un gran poeta. Por otra parte, la letra de “La casita de mis viejos” tampoco es buena.
-“Acqueforte”, de Marambio Catán.
Dolina canta:

- “Cuarenta años de vida me encadenan/ blanca la testa, viejo el corazón”. ¡Cuántos años!, un pibe. Si yo empecé a salir a los cuarenta años. Y éste ya con el pelo blanco. Vuelve a cantar: “Hoy puedo ya mirar con mucha pena/ lo que otros años miré con devoción/ las pobres milongas/dopadas de besos/ me miran extrañas/ con curiosidad/ ya no me conocen:/ estoy solo y viejo/ no hay luz en mis ojos:/ la vida se va...” Hay algo curioso, las figuras que protagonizan los tangos son en general tipos con cierta edad. Pero los que escriben esas letras en los veinte y los treinta eran muy jóvenes. Tipos de veinticinco años.
-Por eso dicen lo que dicen, porque a los veinticinco piensan que un tipo de cuarenta ya no está para nada.
-Claro, ésa es la explicación de que a los cuarenta un hombre ya sea viejo. Que fuera muy joven quien hablara de él.

-“¿Qué vachaché?” de Enrique Santos Discépolo. “Dame puchero,/ guardate la decencia/ plata, plata y plata/ yo quiero vivir.”
-Era muy joven Discépolo cuando escribió esto, que muestra su descreimiento en la vigencia de los valores espirituales. El personaje, que él inventa allí, le está diciendo a otro que lo deje de embromar con las cosas del espíritu. Pero claro que no es Discépolo el que habla. Discépolo, siempre víctima de estas cosas, está justamente, del otro lado. ¿Quién sabe cuántas veces le dijeron a Discépolo -que siempre fue decente- “dame puchero, guardate la decencia”? El sujeto de enunciación no es él, sino una persona detestada por él. Canta: “Así es posible que morfés todos los días/ Tendrás amigos, y plata, nombre.../ lo que quieras vos/ El verdadero amor se ahogó en la sopa/ la panza es reina y el dinero es Dios”. El no quería esto. Y ésa fue su tragedia, haber tenido que toparse con toda esta gente. La del dinero y no la de la decencia.
-“Me da pena confesarlo” de Le Pera. “Nace el hombre en este mundo remanyao por el destino.”
-“Me da pena confesarlo, pero es triste, ¡que canejo!.” Y es verdad ¿no? Es la forma más divertida de enunciar el fatalismo. De decir todo está escrito, nuestro destino ya está marcado. “Remanyao por el destino.”
-No hay manera de escapar.
-Ya te conoce. Es una confirmación de fatalismo dicha del modo más atorrante. El destino ya te tiene bien fichado.
-¿Usted piensa que eso es verdad?
-Puede ser. Yo no sé. Borges decía: “Pero en las grietas está Dios que acecha”.
-¿Qué habrá querido decir con eso?
-Que siempre hay algo que puede cambiar.
-De “Arrabal amargo”, de Le Pera. “Todo todo se ilumina cuando ella vuelve a verte.”
-La mujer amada produce incluso efectos lumínicos. Los lugares cambian. Me acuerdo de un epitafio que señala Borges en El libro del cielo y el infierno que dice: “El paraíso estaba allí donde ella estaba”. Es exactamente esto. Todo, todo, se ilumina. El arrabal que está describiendo, pobre y miserable, se ilumina porque está ella. Pero no sólo los lugares geográficos, las circunstancias vitales de un hombre se iluminan cuando está la mujer amada. Yo creo que uno es del todo uno cuando es amado y sino es la mitad de uno.
-Y ahora Juan Gelman, “Mi Buenos Aires querido”. “Hay que aprender a resistir./ Ni a irse ni a quedarse,/ a resistir,/ aunque es seguro/ que habrá más penas y olvido”.
-Es un gran poema del primer poeta argentino de hoy. Me alegra que me recuerde este tango que yo escuchaba en la voz del Tata Cedrón. Es un tango que multiplica su eficacia tomando un tango anterior. Hay una resignificación de aquel bellísimo tango de Gardel y una nueva visión desde dentro. Desde el padecimiento y la injusticia.
-De “Margo”, de Homero Espósito. “La vida puede más que la esperanza.”
-Esa es una frase muy poética.
-¿Verdadera?

-Sí, verdadera. Poder más que la esperanza es destruirla y hacer que el cinismo venga a reemplazarla. Discépolo también lo dijo: “Si yo pudiera como ayer, querer sin presentir”. El tipo llegó a un punto tal que el presentimiento no deja nacer a la esperanza. Presiente que el amor durará poco, que el hastío está ahí nomás, acechando.
-¿En usted también la vida pudo más que la esperanza?
-No siempre, no, no. Me resisto al recelo, a la desconfianza. Prefiero creer. Insisto en creer.
-Claro que a veces.
-Sí, claro, a veces...
-Para terminar me gustaría que usted me dijera su frase. Aquella que hace temblar su corazón.
-“Dónde estaba Dios cuando te fuiste.”
-“Dónde estaba Dios que no te vio.”
-No preciso explicarle por qué me conmueve tanto, ¿no?

MARIA ESTHER GILIO
Reportaje a Alejandro Dolina • Página/12 • 22/ABR/02
Colaboración E Vallejos