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226 • CHARLA SOBRE LETRAS 2

 

Martes, 28 de mayo de 2002

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-Vayamos a “Volver”, de Le Pera. “Y aunque no quise el regreso,/ siempre se vuelve al primer amor.”
-Esto es hermoso ¿no? La prueba es que ya forma parte de nuestro lenguaje cotidiano.
-¿De qué manera se vuelve? ¿Uno sale a buscarlo?
-No, no, claro que no. Volver en el pensamiento, en el alma. Con cierta fidelidad cósmica que uno tiene por sus primeros amores, así como a sus grandes amores. Hay figuras amorosas que uno no consigue arrancar de la cabeza. Uno vuelve una y otra vez a pensar en ellas, con regresos involuntarios.
-De “Anclao en París”, de Cadícamo. “Lejano Buenos Aires,/ ¡qué lindo que has de estar!”

Dolina ríe con ganas.

-Ese es un tango muy eficaz, cuando uno lo escucha fuera de Buenos Aires. Sí, sí, muy eficaz. Yo lo he escuchado lejos y me ha producido una gran emoción. Muchísima emoción. Pero... Esté segura de que Cadícamo lo escribió lejos de Buenos Aires. Allá las palabras seguramente le sonaron mucho más certeras de lo que le sonaron al regreso. Desde París, Buenos Aires aparece inalcanzable y ¡tanto mejor!

-Y ahora una de esas letras del pasado remoto. De Manuel Romero en el tango que llamó “Buenos Aires”: “Y a la salida de la milonga/ se oye una nena pidiendo pan”.
-Sí, tiene razón que es un tango de antes, que además suena a tango muy viejo. Sin embargo ¿cuál es la diferencia con lo que pasa ahora? Los chicos pidiendo están en todas partes. No sólo a la salida de la milonga. A la entrada, en el camino a la milonga, en los semáforos que nos agarran rumbo a la milonga. A la vuelta de la milonga. Siempre nos vamos a cruzar con chicos pidiendo. No ha envejecido ese tango porque tristemente la historia argentina se ha repetido.
-Yo creo que se ha agravado.
-No sé... ese tango debe ser del treinta, una década dura. Aunque no... es anterior. Tiene razón, se ha agravado.
-Y ahora otro tango sobre Buenos Aires. Me impresiona mucho el amor de los argentinos por Buenos Aires.
-No sé. Mejor que no me haga caso, pero me parece que ese amor está más en los tangos que en la vida cotidiana.
-¿Sí?
-No importa, ésta es una observación cínica. ¿Cuál es el tango?
-Cantata a Buenos Aires de Chico Novarro. “¿Cómo no hablar de Buenos Aires/ si es una forma de saber quién soy?”
-No, no comparto. No soy tan optimista. No comparto, dé vuelta la hoja.
-¡Y ahora...! de Alejandro Dolina: “Fantasmas de Belgrano”.
-No, no, yo era un chico. ¡No!
-“Era un fantasma que rodaba por Belgrano/ por esas calles/ de contramano... Que se robaba las neblinas del otoño./ Para ponerlas de alfombra en su bulín.”
-No, no, no. Yo era muy chico, y tan inepto como ahora. Así que no, no. Sin comentarios. No coments.
-“Sur”, de Homero Manzi. “Ya nunca me verás/ como me vieras/, recostado en la vidriera/, esperándote.”
-Después de un largo silencio. Esa es una imagen que cómo desearía vivir de nuevo. Porque, en ciertos momentos de la vida, hasta las esperas son distintas. Uno hoy se cita de un modo diferente con las damas. Quienes suelen venir hoy con mayor puntualidad de lo que hacían en aquella juventud, de esperas dudosas, junto a la vidriera. Había una ansiedad...
-¿Usted sentía eso?
-Había una ansiedad que yo he perdido.
-¿La perdió y la añora?
-Sí, ha sido reemplazada por cierto cinismo. A mí me gustaría, a veces, sentir otra vez esa extraña e ingrata ansiedad. Sentir aquella dolorosa duda, “¿Vendrá?”, en lugar de esta certeza que hoy tengo.
-No se asombre de que la próxima dama -leída esta nota- lo deje esperando -Dolina sonríe -Se ríe porque piensa que, a pesar de todo, no lo dejarán esperando.
-Nooo, ¿qué está diciendo? No soy tan seguro.

-Veamos este clásico de Homero Espósito, “Tristezas de la calle Corrientes”: “Triste sí.../ por ser nuestra/ tu alegría es tristeza/ y el dolor de la espera/ te atraviesa”.
-Esto es extraordinario porque descubre el valor que tiene, para el arte argentino, la tristeza. “Triste por ser nuestra.” Pero, además, esa mezcla de alegría en la tristeza es otro acierto poético porque en la tristeza puede haber un cierto goce. No es que uno se complazca en el padecimiento. Pero no toda dicha está relacionada con la farra, con el baile, con la risa. Hay goces que son melancólicos. Pensemos en alguno de los grandes de la literatura. Leemos Crimen y castigo y sentimos un goce. Un goce que está vinculado con la tristeza, no con la alegría. La tristeza muchas veces ennoblece. Y, desde luego, que ambas, tristezas y alegrías, están mezcladas de un modo misterioso. Entonces ese párrafo del tango me parece sabio, muy sabio. Un pensamiento que subraya aquella acusación que se hace tantas veces al tango, de usar y abusar de la tristeza.
-Edgar Allan Poe decía que la melancolía es el tono poético más legítimo de todos.
-La poesía, la gran poesía al menos se basa no en lo que uno tiene, sino en lo que uno no tiene. La melancolía viene detrás de la ausencia. Se canta lo que no hay. Es muy raro encontrar un gran arte satisfecho.
-Nadie recordaría a Dante si solo hubiera escrito “El Paraíso”.
-La gloria de La Comedia es El Infierno.

MARIA ESTHER GILIO
Reportaje a Alejandro Dolina • Página/12 • 22/ABR/02
Colaboración E Vallejos