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140 • NIJAR

 

Viernes, 1 de febrero de 2002

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El cortijo del fraile en Nijar

En los motines que la escasez provoca, suelen las masas populares buscar pan, y el medio que emplean suele ser destruir las panaderías. Esto puede servir como símbolo del comportamiento que en más vastas y sutiles proporciones usan las masas actuales frente a la civilización que las nutre. Abandonada a su propia inclinación, la masa, sea la que sea, plebeya o aristocrática, tiende siempre, por afán de vivir, a destruir las causas de su vida.

Siempre me ha parecido una graciosa caricatura de esta tendencia, a propter vitam vivendiperdere causas, lo que aconteció en Níjar, pueblo cerca de Almería, cuando, el 13 de septiembre de 1759, se proclamó rey a Carlos III. Hízose la proclamación en la plaza de la villa.

"Después mandaron traer de beber a todo aquel gran concurso, el que consumió 77 arrobas de vino y cuatro pellejos de aguardiente, cuyos espíritus los calentó de tal forma, que con repetidos vítores se encaminaron al pósito, desde cuyas ventanas arrojaron el trigo que en él había, y 900 reales de sus Arcas. De allí pasaron al Estanco del Tabaco y mandaron tirar el dinero de la Mesada, y el tabaco. En las tiendas practicaron lo propio, mandando derramar, para más authorizar la función, quantos géneros líquidos y comestibles havia en ellas. El Estado eclesiástico concurrió con igual eficacia, pues a voces indujeron a las Mugeres tiraran cuanto havia en sus casas, lo que egecutaron con el mayor desinterés, pues no les quedó en ellas pan, trigo, harina, zebada, platos, cazuelas, almireces, morteros, ni sillas, quedando dicha villa destruída".

Según un papel del tiempo en poder del señor Sánchez de Toca, citado en Reinado de Carlos III, por don Manuel Danvila, tomo 11, pág. 10, nota 2.
Este pueblo, para vivir su alegría monárquica, se aniquila a sí mismo. ¡Admirable Níjar! ¡Tuyo es el porvenir!


JOSE ORTEGA Y GASSET