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121 • NI UN EURO

 

Jueves, 10 de enero de 2002

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Euros Eso de que el patriotismo es el último refugio de los bribones pocas veces se ha visto tan claro como en la célebre sesión del Parlamento argentino en la que uno de sus presidentes por horas declaró que no pensaba pagar la deuda y los diputados se pusieron en pie para aplaudir y gritar o blandir el nombre de la nación. Qué espectáculo. Roban lo que no está escrito, gastan lo que no tienen, piden el dinero que no pueden devolver (por lo mucho que roban y gastan) y cuando ellos mismos declaran públicamente en quiebra a la nación, encima se aplauden, se engríen, presumen, retan, piafan, se encabritan, himplan, barritan, se envuelven en la bandera nacional y a otra cosa, mariposa. Es decir, a la misma: a seguir pidiendo, a seguir robando y a seguir manteniendo en la ruina a los ciudadanos que ya ni siquiera les votan. Ahora vendrá el tonto de turno a decir que la culpa es del neoliberalismo salvaje y del Fondo Monetario Internacional, que no les da dinero a los legítimos representantes del pueblo argentino para gastos sociales. Ni un euro, oiga. A esa cuadrilla de demagogos y ladrones, ni un euro. Es peor que tirarlo a la basura. Es entregarlo a esa máquina de picar carne humana y destruir países que tiene por oficio impedir que Argentina sea un país decente y próspero, por ese orden.

Ahora que todo el mundo ha visto por televisión esa versión encanallada y porteña del «¡Vivan las caenas!», espero que el Consejo de Ministros de España deje de emitir notas de apoyo institucional a Argentina y de dar dinero, 1.000 millones de dólares, para que esa banda siga manteniendo su tren de vida mientras la clase pobre se empobrece más y la clase media, ahorradora y pensionista, directamente se suicida. Hace una década, tras conocer los horrores de la hiperinflación, Argentina se quedó sin deuda. Ha sido precisamente al entrar dinero fresco de fuera y sacar fondos de las privatizaciones, tras el éxito temporal de la solución de la paridad peso igual a dólar, cuando los políticos argentinos se han puesto a gastar y a robar como locos, y, cuando dejó de entrar dinero caliente, pidieron en el extranjero lo que querían gastar y no eran capaces de recaudar. Al final, la quiebra.

No pueden pagar lo que deben y, naturalmente, nadie les fiará en bastante tiempo. Pues nada, como si anunciaran la llegada del hombre (argentino) a la Luna. El presidente de la República confiesa oficialmente que Argentina está en quiebra y los ahorradores y pensionistas en la ruina y los responsables del desastre no se suicidan sino que se aplauden. Y dice el Gobierno que hay que «volcarse» con Argentina. Esto ya no es darle al mendigo para que se lo gaste en vino, es dárselo al tratante de esclavos para que los mantenga encadenados. Ni un euro más. Pero ni uno.


FEDERICO JIMENEZ LOSANTOS
Comentario Liberal • El Mundo • Madrid